Quien se imagine que Japón es un país esencialmente urbano puede que se equivoque (o no). Bien es verdad que tiene unas ciudades bestiales, todas recien hechas (en su mayoría fueron destruidas por los bombardeos de la II Guerra Mundial), pero también mucha montaña liberada. Dos ciudades sobresalen por encima del resto:
Tokyo, el descontrol controlado, una monstruosidad de 35 millones que sorprende por su buena organización y funcionamiento. Todo está atestado de japos pero no tienes la sensación de caos, apenas hay tráfico, todo limpio y con poca contaminación. Predominan los ejecutivos trajeados y los informáticos freaks, todos bien vestidos con trajes de marca que les quedan como un guante. Caso aparte son los jóvenes: tribus escandalosas, pintas estrafalarias, peinados imposibles. En algunos casos resultan elegantes, en otros horteras. Parece ser que incluso es un problema social, ya que la juventud parece preocuparse únicamente por la imagen, todo lo demás (curro, colegas, familias) se la sopla del todo. Es la ciudad del consumo y la tecnología, con miles de centros comerciales atestados de chavales que buscan la última moda. Destacan varias zonas: Shinjuku (zona de garitos, burdeles a mansalva y jóvenes alocados), Ginza (la zona del poder político y financiero), Shibuya y su famoso cruce, Roppongi (discotecas bestiales), Ikebukuro y Omotesando (zona comercial), Asakusa (barrio más tradicional y tranquilo donde duermen los 30000 homeless que hay en Tokyo, casi todos ellos antiguos empresarios arruinados con la crisis de los 90 que siguen vistiendo de la hostia a pesar de dormir entre cartones), Ueno (zona de museos),...
También es una ciudad supersegura, parece que los chezas delincuentes no existen (ejemplo: se me olvidó la mochila con cartera, móvil, passport, tarjeta de crédito, etc. en la puerta de la estación de trenes, donde pasan 750 000 pasajeros al día. Cuando me di cuenta y volví corriendo a la media hora estaba en el mismo sitio, nadie la había tocado, creo que si vuelvo hoy allí seguiría).
Kyoto, más pequeña pero con mucho encanto, es el centro turístico de Japón, conserva barrios tradicionales con casitas de madera y gareada de templos budistas. Es un poco ciudad museo pero con ambientazo nocturno, con más descontrol que Tokyo, callejuelas pequeñas, gheisas (quedan solo 100 en la ciudad y conseguimos ver a una que salía de un garito, no son putas, son princesas, y una noche con ellas te sale por 3000 lauros), mogollón de pibas con quimono, jardines y parques para perderte de esos que salen en las pelis, y un calor infernal. Tiene la estación de trenes más acojonante que hemos visto: 11 pisos de acero y cristal donde puedes subir hasta el último, el sky garden, donde ves toda la ciudad.
También visitamos otras ciudades pequeñitas sin un jodido turista pero que te permitían ver como es el Japón más normal fuera de las grandes ciudades: Nagano (donde los JJOO de invierno), Morioka (lo más al Norte que fuimos), Matsumoto (donde te reciben en el tren al grito de Matsumotoooooo, una especie de tradición) e Hiroshima (pero esta merece un capítulo aparte).
Tokyo, el descontrol controlado, una monstruosidad de 35 millones que sorprende por su buena organización y funcionamiento. Todo está atestado de japos pero no tienes la sensación de caos, apenas hay tráfico, todo limpio y con poca contaminación. Predominan los ejecutivos trajeados y los informáticos freaks, todos bien vestidos con trajes de marca que les quedan como un guante. Caso aparte son los jóvenes: tribus escandalosas, pintas estrafalarias, peinados imposibles. En algunos casos resultan elegantes, en otros horteras. Parece ser que incluso es un problema social, ya que la juventud parece preocuparse únicamente por la imagen, todo lo demás (curro, colegas, familias) se la sopla del todo. Es la ciudad del consumo y la tecnología, con miles de centros comerciales atestados de chavales que buscan la última moda. Destacan varias zonas: Shinjuku (zona de garitos, burdeles a mansalva y jóvenes alocados), Ginza (la zona del poder político y financiero), Shibuya y su famoso cruce, Roppongi (discotecas bestiales), Ikebukuro y Omotesando (zona comercial), Asakusa (barrio más tradicional y tranquilo donde duermen los 30000 homeless que hay en Tokyo, casi todos ellos antiguos empresarios arruinados con la crisis de los 90 que siguen vistiendo de la hostia a pesar de dormir entre cartones), Ueno (zona de museos),...
También es una ciudad supersegura, parece que los chezas delincuentes no existen (ejemplo: se me olvidó la mochila con cartera, móvil, passport, tarjeta de crédito, etc. en la puerta de la estación de trenes, donde pasan 750 000 pasajeros al día. Cuando me di cuenta y volví corriendo a la media hora estaba en el mismo sitio, nadie la había tocado, creo que si vuelvo hoy allí seguiría).
Kyoto, más pequeña pero con mucho encanto, es el centro turístico de Japón, conserva barrios tradicionales con casitas de madera y gareada de templos budistas. Es un poco ciudad museo pero con ambientazo nocturno, con más descontrol que Tokyo, callejuelas pequeñas, gheisas (quedan solo 100 en la ciudad y conseguimos ver a una que salía de un garito, no son putas, son princesas, y una noche con ellas te sale por 3000 lauros), mogollón de pibas con quimono, jardines y parques para perderte de esos que salen en las pelis, y un calor infernal. Tiene la estación de trenes más acojonante que hemos visto: 11 pisos de acero y cristal donde puedes subir hasta el último, el sky garden, donde ves toda la ciudad.
También visitamos otras ciudades pequeñitas sin un jodido turista pero que te permitían ver como es el Japón más normal fuera de las grandes ciudades: Nagano (donde los JJOO de invierno), Morioka (lo más al Norte que fuimos), Matsumoto (donde te reciben en el tren al grito de Matsumotoooooo, una especie de tradición) e Hiroshima (pero esta merece un capítulo aparte).
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