Nuestro periplo japonés finalizó en la ciudad de Hiroshima. Imagino que llegamos allí por una mezcla de interés histórico y curiosidad morbosa. Quien busque en Hiroshima restos del Japón antiguo mejor que ni se acerque, pero hay que reconocer que la ciudad tiene lo suyo. Casualidades de la vida, llegamos a la ciudad un 6 de agosto, y sí, era el aniversario del lanzamiento de la primera bomba atómica de la humanidad. Imaginaos la cantidad de actos, desfiles, conciertos... recordatorios y de homenaje a las víctimas. La cosa no está olvidada ni mucho menos, la gente vive volcada con el tema nuclear, con carteles y paneles recordatorios por todos los lados.
El barrio donde cayó la bomba es hoy un gigantesco parque de homenaje a los muertos, con estatuas, ofrendas florales, y hasta un museo de la paz. Éste era más bien un museo de los horrores, con estatuas de cera de niños a los que se les caía la piel, arengas antinucleares, explicaciones sobre el origen y las consecuencias de las explosiones atómicas, así como de la gestación de la bomba de Hiroshima (dicen que una de las causas del lanzamiento fue la necesidad de Roosevelt de justificar ante el pueblo norteamericano el gasto de dos billones de dólares del proyecto Manhattan). A pesar del mal rollo que trasmite, es uno de los pocos museos que me han conseguido enganchar. Junto a él se conserva un antiguo edificio de promoción industrial, donde se situaría el hipocentro de la bomba, y que permanece como recuerdo de aquel fatídico día. Todo lo existente a 1km alrededor de este edificio desapareción del mapa, matando a 140 000 personas con la explosión y a otras tantas por toda la gareada nuclear que vino después.
Por lo demás, Hiroshima es una clásica ciudad japonesa tan bien montada como el resto, con buen ambiente nocturno y una cocina deliziosa. Aunque todos la conozcamos por el tema de la explosión, ha conseguido sobreponerse y hoy en día es una próspera ciudad que ha conseguido superar el millón de habitantes (perdón por la seriedad, pero era la sensación que trasmitía la ciudad).
El barrio donde cayó la bomba es hoy un gigantesco parque de homenaje a los muertos, con estatuas, ofrendas florales, y hasta un museo de la paz. Éste era más bien un museo de los horrores, con estatuas de cera de niños a los que se les caía la piel, arengas antinucleares, explicaciones sobre el origen y las consecuencias de las explosiones atómicas, así como de la gestación de la bomba de Hiroshima (dicen que una de las causas del lanzamiento fue la necesidad de Roosevelt de justificar ante el pueblo norteamericano el gasto de dos billones de dólares del proyecto Manhattan). A pesar del mal rollo que trasmite, es uno de los pocos museos que me han conseguido enganchar. Junto a él se conserva un antiguo edificio de promoción industrial, donde se situaría el hipocentro de la bomba, y que permanece como recuerdo de aquel fatídico día. Todo lo existente a 1km alrededor de este edificio desapareción del mapa, matando a 140 000 personas con la explosión y a otras tantas por toda la gareada nuclear que vino después.
Por lo demás, Hiroshima es una clásica ciudad japonesa tan bien montada como el resto, con buen ambiente nocturno y una cocina deliziosa. Aunque todos la conozcamos por el tema de la explosión, ha conseguido sobreponerse y hoy en día es una próspera ciudad que ha conseguido superar el millón de habitantes (perdón por la seriedad, pero era la sensación que trasmitía la ciudad).
1 comentario:
impresionante amighos! todo un monuemtno a la estupidez humana!!
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