Tras una inolvidable conversación con dos viejunos serbios, en la que intercambiamos impresiones sobre los croatas (hicieron el entrañable gesto de rebanarse el cuello con la mano) estrechamos fraternalmente sus muñones (no es coña) y proseguimos hasta Sarajevo. Sin duda, la ciudad que más nos gustó a los 4, es la síntesis de la gareada balcánica; urbana y provinciana a la vez, es turca y austrohúngara, soviética, caótica y oriental. Tiene largas avenidas decimonónicas que recuerdan a Viena, junto a discotecas occidentales, cafeterías centroeuropeas y mezquitas. Desde la riviera del Miljacka partían telesillas que en 10 minutos subían a unas pistas de esquí desde las que se divisa la ciudad; las mismas pistas de esquí desde las que Karadzic cercó la ciudad y la bombardeó durante 4 años.
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